Artículo publicado en Travesías de tinta el 6 de agosto de 2025
Hace ochenta años, el 6 de agosto de 1945 a las 8:15 de la
mañana, el bombardero estadounidense Enola Gay dejaba caer la bomba atómica
sobre la ciudad de Hiroshima. Los cuatro tomos del manga autobiográfico Pies
descalzos (Hadashi no Gen) de Keiji Nakazawa (Hiroshima, 1939-2012)
ofrecen un estremecedor relato de primera mano de aquel día aciago para la
historia de la humanidad. Además de su valor como testimonio, que tras su
publicación sacudió las conciencias de Oriente y Occidente, Pies descalzos
es todo un hito en la historia del manga por su valor literario y artístico. El
mismísimo Robert Crumb lo considera “uno de los mejores cómics de todos los
tiempos.”
El autor tenía seis años cuando cayó la bomba sobre su
ciudad; salvó la vida de milagro, pues un muro lo protegió de la exposición
directa a la onda expansiva. Movido por la necesidad de contar al mundo los
horrores que presenció aquel día y los años venideros, dedicó su vida adulta a plasmar
en viñetas sus memorias, dedicando varias obras a aquel episodio tan traumático
para él, para Japón, para la raza humana y para el planeta en general. La más
extensa y conocida es Pies descalzos, que se serializó en la revista
Shonen Jump entre 1973 y 1987. Leer las más de 3.000 páginas de este manga
profundamente humanista y comprometido es un antídoto garantizado de por vida
contra el belicismo y la barbarie. Página tras página, nos sobrecogemos ante la
magnitud de la tragedia, al tiempo que nos llenamos de admiración por el
espíritu del niño protagonista, álter ego del autor, que una y otra vez se
planta frente al espanto y la desesperación reclamando su derecho no solo a
sobrevivir, sino a vivir.
Más allá de la destrucción causada, los efectos de la bomba
se han seguido sintiendo en la población de Hiroshima durante generaciones. Los
japoneses llaman hibakusha a los centenares de miles de personas, tanto
supervivientes como descendientes de supervivientes, afectadas por enfermedades
provocadas por la radiación. Este colectivo no solo vive angustiado por la
fragilidad de su existencia, sino que además sufre discriminación por parte de
sus conciudadanos. Otra autora de manga excepcional, Fumiyo Kono, ha denunciado
en sus obras esta dura realidad, consecuencia de largo alcance de aquella
explosión de hace ochenta años cuya sombra de muerte se alarga hasta nuestros
días: La ciudad al atardecer, el país de los cerezos (Yunagi no
machi, sakura no kuni, 2002-2004) retoma la historia de Hiroshima donde la
deja Pies Descalzos.
Visitar como lectores estas obras es un ejercicio de memoria
histórica, más necesario que nunca en estos días en que el genocidio perpetrado
en Palestina nos demuestra que no hemos aprendido nada, que el discurso de los
poderosos sigue perpetuando el horror y la sinrazón de la guerra.
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