Artículo publicado en Diario Sabemos el 25 de octubre de 2025
James Tynion IV está de moda. Tras
curtirse en DC escribiendo guiones para Batman y La Liga de la
Justicia, hoy se le aclama en la escena del comic book americano como
maestro del terror. No sin razón: este autor neoyorquino ha desarrollado un
estilo propio de historias que enganchan, inquietan y sorprenden a partes
iguales, con el aliciente añadido de que resuenan con nuestra sensibilidad
contemporánea. Sus guiones saben extraer los miedos y las fobias que se
agazapan en nuestra alma postindustrial: por despreocupados que aparentemos vivir
en la tecnodistopía que hemos construido a nuestro alrededor, en el fondo
sabemos que mil variedades de apocalipsis nos sobrevuelan, esperando caer sobre
nosotros como una lluvia de espadas de Damocles. Además, Tynion tiene muy bien
aprendida la lección de Lovecraft de no sacar a la luz el horror, en toda su
magnitud y con todas sus implicaciones, sino mostrarnos solo la puntita y dejar
que nuestro poder de sugestión haga el resto.
El estilo personal de Tynion ha
cristalizado en varias series actualmente en curso: Boom! Studios sigue sacando
números de la exitosa Hay algo matando niños y su serie derivada House
of Slaughter, ambas con el dibujante Werther Dell’Edera y el colorista barcelonés
Miquel Muerto; DC Black Label puede presumir de tener en su catálogo un tebeazo
como The Nice House on the Lake, con Álvaro Martínez Bueno y Jordie
Bellaire, que continúa ahora en Vertigo con su secuela The Nice House by the
Sea; y finalmente, Image publica la obra que hoy nos ocupa: w0rldtr33,
con dibujo de Fernando Blanco y color, nuevamente, de Jordie Bellaire.
En w0rldtr33 (léase “worldtree”),
la fuente del mal absoluto es internet. ¿Cómo no va a serlo? Como usuarios que
somos de la todopoderosa www, la mayor parte de nosotros experimentamos
internet como una suerte de oráculo digital. Los secretos de su funcionamiento
se nos escapan. Una sensación de vértigo posmoderno nos ahoga al tratar de
representarnos la inabarcable magnitud del océano de información que se abre
ante nosotros en la pantalla del navegador. Nos sentimos incómodamente pequeños
y vulnerables en nuestro desconocimiento de los recovecos del ciberespacio.
Entendemos internet como una dimensión alternativa que nos puede dar acceso a
lo más oscuro del alma humana… o más allá todavía, donde desaparece todo
rescoldo de humanidad. Si Goya fuera ciberpunk diría que el sueño de la IA
produce monstruos. Con esta mitología de la triple uve doble entronca la
inquietante propuesta de Tynion, que se aprovecha del repelús que nos produce
saber de la existencia de una web subterránea para iniciados, llámese deep
web o dark web, más inmensa quizás que la que conocemos. En w0rldtr33
se llama Undernet, y permite acceder a planos de la realidad que jamás deberían
entrar en contacto con el nuestro.
El miedo primigenio a los horrores
cósmicos que puede esconder internet es la premisa de la que parte el cómic que
nos ocupa: nunca el teclado del ordenador, como interfaz de comunicación con el
inframundo, se ha parecido tanto a un tablero de ouija. Lo demoníaco se mestiza
con lo tecnológico. Los héroes de la historia devienen exorcistas digitales,
como versiones hacker del padre Karras.
Otra constante en el estilo de
Tynion es que sus historias son corales, exigiendo la mayor atención por parte
del lector para recordar a todos los personajes y la compleja red de relaciones
que se establece entre ellos. Si The Nice House on the Lake recuerda en
esto a la serie Perdidos de J. J. Abrams y Damon Lindelof, w0rldtr33
sigue un patrón semejante a It de Stephen King: la historia sigue a un
grupo de amigos que se enfrentaron al mal en sus años de high school, y
que se vuelven a reunir ya cuarentones para combatir una vez más al mismo mal
en su reaparición. Por supuesto, la vida les ha cambiado, y el guion aprovecha
todos los salseos y tensiones que pueden surgir del reencuentro, veintipico
años después, de quienes fueron antaño pandilla de instituto. Este
planteamiento, así como la manera de jugar con las líneas temporales, tiene
mucho que ver con 20th Century Boys de Naoki Urasawa, una obra maestra
del manga que Tynion conoce bien: de hecho, le hace un guiño explícito en The
Nice House on the Lake (si no me creéis, mirad la biblioteca de Walter en
la página 57).
Los más friquis del lugar os
acordaréis de Lifeforce de Tobe Hooper, una demencial película ochentera
de ciencia ficción que, todo hay que decirlo, ha envejecido fatal. La imagen
más emblemática de la cinta era la de una vampiresa galáctica caminando
completamente desnuda mientras siembra la destrucción a su paso; el contraste
entre su apariencia engañosamente vulnerable y su potencial asesino impactó al
público en su momento (o, al menos, le puso cachondo). Pues bien, w0rldtr33
recupera este recurso: la villana de la historia, PH34R (léase “fear”),
una belleza ciberpunk llena de piercings y tatuajes, es una mensajera de muerte
que irrumpe arma en ristre en cualquier lugar, siempre en pelota picada o
apenas cubierta por un escueto peto de cuero. Será todo lo gratuito que
queráis, pero no se puede negar la fuerza que transmite este arquetipo de femme
fatale actualizado a la era del microchip, en la estela de iconos sexuales
como la replicante Pris de Blade Runner o la teniente Motoko Kusanagi de
Ghost in the Shell. La poderosa estampa de PH34R me conecta con aquella
edad de oro de los cómics de ciencia ficción en la que por imperativo editorial
tenían que salir mujeres desnudas en la historia, sí o sí. Corben, Gillon,
Serpieri, Bilal. Llamadme nostálgico.
El dibujo del soriano Fernando
Blanco derrocha savoir faire por los cuatro costados. No en vano lleva
décadas trabajando para Dark Horse y DC, donde se ha encargado del apartado
gráfico de Catwoman y varias series de Batman. Enfundada en sus
ilustraciones, la narrativa visual de w0rldtr33 avanza a un ritmo sólido
y regular, usando como pauta recurrente la rejilla de doce viñetas: un recurso
clásico (aunque poco habitual en el lenguaje del comic book americano)
que imprime a las secuencias un vivo pulso cinematográfico. El arte de Blanco
brilla con luz propia cuando los glitches deforman las viñetas, la
realidad se distorsiona y la mente de los personajes se sumerge en las
profundidades de Undernet. En estas secuencias, muy dosificadas a lo largo del
guion, el dibujante (en tándem perfecto con los colores de Jordie Bellaire)
juega con el fotorrealismo, la estereoscopia, el pixelado y un registro
experimental de gran impacto visual.
La mala noticia es que w0rldtr33
engancha, fascina… y te deja a medias. Solo ha salido el primer tomo, todos los
interrogantes quedan abiertos y apenas hemos vislumbrado un par de fogonazos
del futuro distópico que nos promete el ulterior desarrollo de la serie.
Esperaremos la continuación mordiéndonos las uñas.

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