Artículo publicado en Diario16+ el 24 de mayo de 2025
La editorial Nuevo Nueve ha decidido apostar fuerte por el catálogo de Label 619, el sello francés fundado por Guillaume Renard, alias Run, que actualmente forma parte de Rue de Sèvres pero originalmente nació como una de las muchas ramas del proteico conglomerado Ankama, toda una superpotencia de la industria del entretenimiento en el país vecino. En las antípodas de la novela gráfica para culturetas que ahora tanto se estila, la producción de Label 619 trata de recuperar la esencia de las revistas de quiosco, del cómic como diversión. El sello de Run interpela a un público juvenil, familiarizado con el lenguaje del manga, y le propone tebeos de tono callejero y desenfadado, con un punto tarantinesco, cargados de referencias a la serie B y al exploitation. Mal que les pese a los críticos finolis, Label 619 es la mayor fuerza renovadora de la bande dessinée en Francia desde la irrupción de L’Association hace más de treinta años. Y, como decía, los ojeadores de Nuevo Nueve han sabido verlo y están sacando al mercado español una ingente cantidad de material suyo: The Grocery de Aurélien Docoudray y Guillaume Singelin, Slum Kids de Petit Rapace, Kim Traüma de Florent Maudoux y Rebecca Morse, Loba loca de Guillaume Singelin y el propio Run, e incluso los hasta ahora cuatro números de la revista Low Reader; además de un juego de palabras, el título de la revista es toda una declaración de intenciones y una patada en los huevos al high brow. Label 619 hace pulp de calidad.
Si Run es el alma mater de
Label 619, Mathieu Bablet es la estrella del sello. Sus espectaculares álbumes
(La bella muerte, Adrastea, Carbono y silicio y,
especialmente, Shangri-La) son de lo mejorcito que ha parido el cómic
francés en la última década. Y entrando ya en materia, el título que hoy nos
ocupa es una obra colectiva coordinada y orquestada por Bablet: The Midnight
Order, una reunión de cómics cortos
con un hilo conductor común; el conjunto incluye también relatos y
textos suplementarios, como en las revistas de toda la vida. Pero, en contraste
con el espíritu fanzinero que la anima, la colección se presenta como un grueso
tomo de aspecto suntuoso, en tapa dura, con dorados en la cubierta que imitan
los hierros de la encuadernación artística. Y no es por capricho, sino porque
busca simular un grimorio. Y es que de brujería va la cosa.
Mathieu Bablet es el autor de los
guiones, a excepción de uno a cargo de Isabelle Bauthian y de las secciones de narrativa
pura y dura, escritas por Claire Barbe y Tanguy Mandias. En cuanto a la parte
gráfica, para dar unidad visual a la obra el propio Bablet se encarga de
dibujar, en su estilo inconfundible, la introducción, el epílogo y las páginas
que sirven de interludio entre capítulo y capítulo, pero delega el arte de cada
uno de estos en distintos autores, salidos en su mayor parte de la cantera de Label
619: Allanva, Rours, Sumi, Thomas Rouzière, Titouan Beaulin, Daphné Collignon,
Claire Fauvel y Quentin Rigaud. Casi todos son jóvenes valores del cómic
francés, que lo han dado todo por estar a la altura del reto.
Las historias que, como un legajo de
grapas encuadernadas en lujo, conforman The Midnight Order giran en
torno al tema de la brujería: brujas antiguas, brujas modernas, brujas
atemporales. El contexto es el de una guerra de brujas contra brujas. Por un
lado tenemos a las Midnight Girls, una organización de brujas de élite
que se dedican a recorrer el mundo de misión en misión, apoyadas por una gran
infraestructura de magia y tecnología. Se encargan de dar caza a brujas
renegadas, potencialmente peligrosas, que actúan de forma aislada; de este modo
evitan que se vuelvan demasiado poderosas y caigan bajo el influjo del Serafín,
un siniestro rey demonio de aspecto lovecraftiano. Como corresponde a los
tiempos que corren, las Midnight Girls llevan pintas de chavalas
alternativas, con sus chándales y sus sneakers, con sus pelos de colores
y sus tatus guays; son independientes, empoderadas y a ser posible lesbianas.
Las protagonistas del compendio son Sheridan y Johnson, una pareja de brujas de
lo más cool pertenecientes a la susodicha orden, que se dedican a
mentorizar a las novicias en sus primeras misiones. Sin embargo, no hace falta
avanzar mucho en el libro para descubrir que la historia no se reduce a un mero
conflicto maniqueo de brujas buenas contra las fuerzas del mal: cuando la orden
identifica a la hermana de Johnson como una de las brujas rebeldes a las que
deben neutralizar, tanto el lector como las protagonistas se empiezan a
plantear si las Midnight Girls son tan buenas como parecen.
The Midnight Order parte del moderno cliché que reinterpreta la figura de la bruja
desde una óptica feminista, reciclándola como un icono de mujer fuerte,
rabiosamente antipatriarcal. Un eslogan feminista de los años setenta decía
“¡temblad, vuelven las brujas!” para inspirar terror a la policía moral del establishment.
Esta representación, actual y subversiva, de la bruja ha sido analizada por la
teoría de género (Sorcières de Mona Chollet) y celebrada por las artes,
entre ellas el cómic: se me ocurren ahora Snapdragon de Kat Leyh, Grito
nocturno de Borja González, Mujeres de Salem de Thomas Gilbert o Un
oscuro manto de Jaime Martín.
Pese a la variedad de estilos
visuales, las distintas historias que, como un mosaico, componen The
Midnight Order comparten un mismo espíritu, marcado por una sana actitud de
entretenimiento sin demasiadas pretensiones y una equilibrada dosificación de
las escenas de acción, drama y body horror. Algunas de las escenas más
sugerentes del cómic se desarrollan en espacios narrativos donde se mezclan los
sueños con la vigilia: una tierra de nadie entre distintos planos de la
realidad. Los dibujantes, jóvenes en su mayor parte, muestran una afinidad
común con el lenguaje visual del manga; en quienes es más clara la influencia
japonesa es en Allanva y Prince Rours: ambos pertenecen a una generación que se
ha apropiado de las convenciones del manga y las ha integrado en su dibujo de
una manera absolutamente natural.
Aunque la coordinación de Bablet imprime sentido de unidad a los contenidos, como obra colaborativa que es The Midnight Order resulta irregular: no podía ser de otra manera, y es parte de su encanto. Los mejores cortes son, a mi juicio, los firmados por Daphné Collignon, “Variaciones sobre el tema de la muerte”, y por Claire Fauvel, “La noche de Walpurgis” (no en vano Fauvel es ya una voz consagrada de la bande dessinée actual; hace poco reseñé su formidable álbum Luz negra junto a Thomas Gilbert). Teniendo en cuenta que en la plantilla de Label 619 predominan los tíos, resulta de lo más apropiado que las mejores historias de este cómic sobre brujas empoderantes y empoderadas hayan sido dibujadas por mujeres: mujeres que no necesitan una varita sino un lápiz para demostrar que saben hacer magia de la buena.
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